lunes, 28 de junio de 2010

Ante la ley. De Franz Kafka.

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entra en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora... (para seguir leyendo, clickeá aquí...)

domingo, 27 de junio de 2010

Hipócritas, ladrones y mentiros II

El abuso de poder puede adoptar muchísimas formas. Desde las torturas en la cárcel de Guantánamo, pasando por los 30.000 desaparecidos, las bajadas de línea editorial en los diarios, las horas extra laborales impagas y hasta el absurdo precio que impone un mecánico para arreglar un radiador. En el cuento Ante la ley, Kafka denuncia, no solo el abuso de poder, sino la burla de éstos hacia el débil. El campesino, honrado y humilde, intenta “entrar” a la Ley, mientras que ésta, no solo le prohíbe el paso, sino que la inescrupulosa burocracia del stablishment, (un tema común en la obra del escritor checo), confunde y da esperanza al campesino, quien termina sentado, esperando, y por ende, malogrando su vida en pos de algo que, de antemano, la Ley sabía que no iba a otorgarle.
La ley y el campesino –cualquier similitud con el marxismo No es pura coincidencia-, forman una metáfora en la que los actores pueden variar pero el significado será siempre el mismo: el abuso de poder y la marginalidad a la que son sometidos los que menos tienen.
Hoy por hoy, el campesinado quedó, prácticamente obsoleto. También esa figura casi dictatorial de poder (aunque sigan existiendo algún que otro caso aislado). Hoy quien manda es la empresa; y los excluidos son los locos, los pobres, los inmigrantes, (pobres también, obvio). Pero particularmente en este mes, el mundo está en Sudáfrica y la representación de la Ley del cuento de Kafka podría trasfigurarse en la Federación Internacional de Fútbol Asociado; FIFA, para los amigos.
Joseph Blatter sonríe. Se sienta en los cómodos palcos calefaccionados del Durban Stadium. Gira su cabeza, saluda, se para, intercambia palabras con algún empresario. Vuelve a sentarse y charla con un colaborador sobre el éxito de Sudáfrica 2010. “La FIFA siempre apoyó a Sudáfrica, aún cuando todos creían que no iban a llegar con los tiempos”, se jacta, casi socarronamente. Blatter mira su reloj. Faltan cinco minutos para que finalice el partido. “¿Cómo van?”, pregunta en voz baja. Brasil y Portugal acaban de empatar 0 a 0. El mundial es un éxito.
A pesar de que es la primera economía de un continente, Sudáfrica sigue siendo un país pobre, y los ejecutivos de la FIFA están más preocupados por obtener suculentas ganancias que por realizar un buen mundial en lo deportivo o por hacer realidad esa (falsa) premisa de que el mundial -como los Juegos Olímpicos- brindan al país organizador un crecimiento económico importantísimo.
Los contratos secretos que exigen Blatter y sus secuaces, así como las extensiones impositivas que piden, más las restrictivas normas que afectan a los sponsors y proveedores hacen del Mundial un espectáculo turbio, que deja un gran agujero en la economía, en este caso, sudafricana, y que no podrá subsanarse con el prometido crecimiento del turismo internacional.
Y mientras las entradas se agoten, las camisetas se vendan, se tome la cerveza oficial y se soplen las molestas vuvuzelas (que también son merchandising FIFA), el circo del mundial seguirá su curso por un mes, sin importar siquiera que la pelota ruede por el césped.
Por Álvaro Ithurbide

lunes, 21 de junio de 2010

Una gallina, de Clarice Lispector

"Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo.
Por eso fue una sorpresa cuando la vieron abrir las alas de vuelo corto, hinchar el pecho y, en dos o tres intentos, alcanzar el muro de la terraza. Todavía vaciló un instante -el tiempo para que la cocinera diera un grito- y en breve estaba en la terraza del vecino, de donde, en otro vuelo desordenado, alcanzó un tejado. Allí quedó como un adorno mal colocado, dudando ora en uno, ora en otro pie. La familia fue llamada con urgencia y consternada vio el almuerzo junto a una chimenea."(Para seguir leyendo, pulsá aquí).

De tabúes y consumo animal


"En la fuga, en el descanso, cuando dio a luz, o mordisqueando maíz, la suya continuaba siendo una cabeza de gallina, la misma que fuera desdeñada en los comienzos de los siglos.
Hasta que un día la mataron, se la comieron y pasaron los años."



Jakata huatay hallita mikyna yquipac. Frase en quechua que, desde el imperio Inca, rezaba: "Cría el cuy para que alimentes bien". El cuy, especie de roedor de la familia Caviidae originario de la Cordillera de los Andes, es un animal doméstico por excelencia en Europa y Estados Unidos -se conoce popularmente como cobaya o conejillo de indias-. Lo curioso del cuy es que, además de mascota, es un típico alimento en Ecuador. Su carne, rica en proteínas y baja en grasas, es sana ya que su crianza se hace directamente en las casas de los campesinos, pero no como todos imaginarían: el animalito convive en el mismo espacio doméstico de las familias que lo crían. Lo que los hace permeables a convertirse en víctimas de sus dueños es el hecho de que no reciben un nombre, lo que les otorga cierto grado de anonimidad.
Pero el consumo del cuy, cuya domesticación data de antes de la conquista española, comenzó a aumentar desde la década del '80, cuando el Ministerio de Agricultura del Ecuador inició un proyecto de modernización de su crianza y producción que se proponía el aumento de su consumo familiar y su mayor inserción en los mercados locales y regionales.
El cuy, además, tiene un significado social y simbólico: los campesinos no comen cuy a menudo, sino que su consumo se da en ocasiones especiales, sean ceremonias religiosas, eventos sociales y familiares significativos, incluso durante procesos de curación de ciertas enfermedades como la bronquitis y a lo largo del proceso de gestación del bebé en mujeres embarazadas. El antropólogo argentino Eduardo Archetti se dedicó al estudio del caso del cuy en la sierra ecuatoriana, en el que explica por qué su consumo no entra en contradicción con su estatuto de animal doméstico: "El cuy es un animal doméstico pero su muerte no es fuente de dolor, al estilo de la muerte trágica e inesperada del perro o gato de familia sino, por el contrario, instrumento de una celebración y de un ritual". Y agrega: "Mi interpretación es que en estas ocasiones 'ilícitas' que rompen ciertas reglas o ciertos tabúes, la solución parece ser la ritualización excesiva".
Pero así como el del cuy, existen casos opuestos, en los que la carga simbólica o ritual que porta un determinado animal lo convierte en tabú alimentario. Sin embargo, el antropólogo estadounidense Marvin Harris aclara que dicha carga simbólica "no expresa la adhesión de la sociedad a una abstención cultural arbitraria, sino que refleja cómo dicha sociedad resuelve la relación entre los medios de los que dispone y las necesidades que tiene".
Es así que aporta un claro ejemplo: el del carácter sagrado de las vacas en la India. El consumo de ganado bovino en la India septentrional durante el primer milenio antes de Cristo era común. Luego, la población aumentó, los bosques se redujeron y el estilo de vida de semipastoreo fue reemplazado por formas de agricultura intensivas y por la explotación lechera del ganado. De esa manera se limitó el consumo de carne: mediante el ordeñe y la producción de cereales y vegetales se podía alimentar a mucha más gente. Harris explica: "Así, el tabú de carne vacuna es el medio más ventajoso de garantizar la reproducción material de los hombres. La sociedad selecciona los medios menos costosos posibles para obtener la mayor cantidad posible de bienes para la subsistencia. En este sentido, estamos frente a un comportamiento racional".

Pero no todos corren la misma suerte que las vacas originarias de la India. Si no, pregúntenle a los cuyes del Ecuador o a la gallina del relato de Clarice Lispector.

Por Laura Spiner.

lunes, 14 de junio de 2010

La esperanza. De Villiers de L´Isle Adam

Al atardecer, el venerable Pedro Argüés, sexto prior de los dominicos de Segovia, tercer Gran Inquisidor de España, seguido de un fraile redentor (encargado del tormento) y precedido por dos familiares1 del Santo Oficio provistos de linternas, descendió a un calabozo. La cerradura de una puerta maciza chirrió; el Inquisidor penetró en un hueco mefítico, donde un triste destello del día, cayendo desde lo alto, dejaba percibir, entre dos argollas fijadas en los muros, un caballete ensangrentado, una hornilla, un cántaro. Sobre un lecho de paja sujeto por grillos, con una argolla de hierro en el pescuezo, estaba sentado, hosco, un hombre andrajoso, de edad indescifrable. (Para seguir leyendo, clickeá aquí...)

Hipócritas, mentirosos y ladrones.

Eppur si muove. El sábado 12 de junio, mientras la Argentina vencía 1 a 0 a Nigeria en su debut mundialista, el Papa Benedicto XVI realizaba en Roma un histórico mea culpa en donde pedía perdón a las víctimas que fueron abusadas sexualmente por miembros de la Iglesia Católica. El Sumo Pontífice prometió “hacer todo lo posible para que semejante abuso no vuelva a suceder jamás”.
Eppur si muove. En el año 1633 la Santa Inquisición condenaba y procesaba al astrónomo italiano Galileo Galilei por, entre otras cosas, comprobar empíricamente la teoría heliocéntrica -formulada por el polaco Nicolás Copérnico casi un siglo antes-, que se oponía a la teoría geocéntrica de la Iglesia, y, por ende, marcaba un quiebre en el paradigma ciencia-religión.
Eppur si muove (y sin embargo se mueve), se dice, (falsamente), que Galileo espetó luego de ser procesado por la Inquisición. La Tierra, a pesar de la censura, seguía moviéndose alrededor del Sol. Un siglo más tarde, el entonces Papa Benedicto XIV, (no es coincidencia con el actual), autorizaba las obras sobre la teoría heliocéntrica, cuando ya era indefendible la teoría de que la Tierra era el centro del universo. Tarde como siempre, la Iglesia Católica de hoy, bajo el reinado de otro Benedicto, reconoció los abusos sexuales cuando las acusaciones por pedofilia llegaban hasta el mismísimo Sumo Pontífice. Antes del perdón del venerable líder religioso católico, los casos de abuso sexual para la Iglesia eran simples desviaciones. Y antes de eso, ni siquiera se los atendía. Pero a pesar de la mirada al costado, los abusos, como la rotación terrestre, existieron. Eppur si muove
La influencia del Vaticano no es la misma que en la época de la Santa Inquisición. Mejor dicho. Hoy por hoy, el Vaticano influencia, manipula. La Iglesia en la Edad Antigua y Moderna, ordenaba y decidía. En el siglo XIX, son muchos los que ordenan y deciden. Desde la ONU, Estados Unidos o China, hasta la FIFA, que en junio de 2010, se convirtió la máxima autoridad del planeta gracias al Mundial que se está jugando en Sudáfrica. Y mientras los ojos del mundo están posados en el continente más olvidado de la historia, el Sumo Pontífice, con sabiduría pícara, decidió hacer ese histórico mea culpa mencionado anteriormente. Fue aplaudido por un público de 15.000 fervorosos sacerdotes.
¿Se puede esperar algún cambio en la máxima autoridad religiosa? ¿Puede, un Papa alemán al que se lo vincula con el nazismo, que está abiertamente en contra de la homosexualidad y del uso del preservativo, estar turbado y pedir perdón? ¿Puede, un Sumo Pontífice que viene del Opus Dei, la rama más conservadora –y rica- del cristianismo, sentirse genuinamente conmovido? Puede. Puede estar conmovido y arrepentido en nombre de la Iglesia. Sin embargo… ¿Es creíble ese arrepentimiento? Definitivamente no.
La pérdida de credibilidad de la Iglesia Católica, y por ende, su posicionamiento como faro que “guía a la humanidad”, es parte de una mirada obsoleta y conservadora del mundo que no cambió en sus 2.000 años de vida. Y mientras las máximas autoridades religiosas sigan mirando a la humanidad con los mismos ojos que en el Siglo XV, el mundo, como comprobó Galileo Galilei, se mueve, con o sin la anuencia del Vaticano. Eppur si muove.



Por Álvaro Ithurbide

lunes, 7 de junio de 2010

Colinas como elefantes blancos. De Ernest Hemingway.

Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles. Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas. El americano y la muchacha que iba con él tomaron asiento a una mesa a la sombra, fuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía dos minutos en este entronque y luego seguía hacia Madrid...(para seguir leyendo, clickeá aquí)