"La alegoría, el símbolo, la ficción mítica, que tienen un extraordinario desarrollo en su obra, resultan indispensables debido a la índole de su meditación. Esta oscila entre los dos polos de la soledad y la ley, del silencio y la palabra común", escribió alguna vez el escritor francés Maurice Blanchot acerca de su colega contemporáneo, Franz Kafka. En efecto, la obra del literato checo, reconocida como una de las más destacadas del siglo XX, combina rasgos de la metafísica, el absurdo, el pesimismo irónico y, paradójicamente, un realismo puntilloso, hasta exasperante.
Nacido en la ciudad de Praga en 1883, Franz se crió en el seno de una familia de comerciantes judíos y se doctoró en derecho. Pero su otro costado, el sensible, el estético -es decir, su evidente inclinación por la literatura- fue despreciado por su grupo familiar pequeñoburgués, lo que lo llevó a escribir en su tiempo libre, mientras se desempeñaba como burócrata en una compañía de seguros de Praga.
Luego de publicar su primer libro Meditaciones (1913) -que era una síntesis de fragmentos de su diario personal-, y sin obtener éxito alguno, entre 1913 y 1919 Kafka escribió dos de las novelas que mayor reconocimiento le traerían: La metamorfosis y El proceso (quedó inconcluso).
En 1920, enfermo de tuberculosis, Franz abandonó su rutinario empleo y se internó en un sanatorio. Luego se trasladó a una casa de campo donde escribiría El castillo, novela filosófica inconclusa que fue publicada tras su muerte, en 1924.
Como suele ocurrir, el mayor reconocimiento de su obra se dio póstumamente. Kafka es considerado actualmente uno de los padres de la literatura contemporánea y fue un gran mentor para otros escritores del siglo XX. Borges escribió: "Habla un discípulo de Kafka, pero que sigue sintiéndolo y agradeciendo lo mucho que él le ha dado y lo poco que él ha podido hacer con ese espléndido regalo de su obra".
Por Laura Spiner.
Clarice Lispectore (1920-1977)
El flujo de la conciencia brasileña
De origen judío, Clarice Lispector nació en Chechelnyk, Ucrania el 10 de diciembre de 1920, pero fue en Brasil donde alcanzó fama mundial. La familia Lispector emigró a la tierra de la samba cuando Clarice contaba con tan solo dos años de vida. Tras pasar un tiempo en la ciudad de Recife, en Pernambuco, -en donde murió su madre-, finalmente se asentaron en Río de Janeiro.
Escritora desde muy temprana edad, a los 19 años ya contribuía con periódicos y revistas de la época, y con tan sólo 21 lograría publicar la novela Cerca del corazón salvaje, recibiendo el premio Graça Aranha. Clarice Lispector comenzaba entonces una fructífera carrera literaria en la que iba a ser comparada con la inglesa Virginia Woolf y el irlandés James Joyce, sobre todo por el uso del ahora famoso flujo de conciencia.
Perteneciente a la Generación del 45 en Brasil, que abarcaba una tercera fase del modernismo, la literatura de Lispector se asocia a un fuerte carácter feminista, (tambén compartido con Virginia Woolf), con temas intimistas y de una gran profundidad psicológica; aunque ella misma definiría su estilo como un “no-estilo”.
Casada con el diplomático Maury Gurgel Valente, con quien realizó, muy a su pesar, constantes viajes por el mundo (tanto es así que sus hijos Paulo y Pedro nacieron en Suiza y Estados Unidos, respectivamente), separándose finalmente en 1959.
Los primeros años de la década del 60 comenzarían con una importante producción de relatos y novelas, editando en 1960 su primer libro de cuentos, Lazos de familia. Al año siguiente vería la luz la novela La manzana de la oscuridad. Pero no fue hasta 1963 donde publicaría La pasión según G.H., considerada por la crítica como su obra maestra.
Clarice Lispector finalmente moriría víctima de un cáncer de ovario el 9 de diciembre de 1977, dejando un legado importantísimo de novelas, relatos, poemas y hasta cuentos infantiles.
Auguste Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889)
Inolvidable maldito
Ironía, humor y sutileza son sus cualidades más llamativas a la hora de escribir. Auguste Villiers de L'Isle-Adam fue uno de los poetas malditos franceses más expresivos del siglo XIX, pese a la incansable oposición de sus padres con respecto a su pasión por la escritura.
Fue contemporáneo de Charles Baudelaire, y uno de los seis escritores incluidos en el libro “Los Poetas Malditos”, de Paul Marie Verlaine. Los cinco restantes son: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore y Pauvre Lelian (anagrama de Verlaine).
Su obra abarca poesía, teatro y narración. Temas como la prostitución en mujeres de clase alta y las relaciones torturadas, violentas y conflictivas, son algunos de los más relevantes en “Cuentos crueles” (1883), “Isis” (1862) y “La Eva futura” (1886). Villiers nació en Saint-Brieuc, Bretaña, en 1838, y murió en Paris en 1889. Toda su obra, con una importante influencia de Edgar Allan Poe, se opone al positivismo y al simbolismo de la época, característica principal de un gran e inolvidable poeta maldito.
Por Agustina Clemente
Ernest Hemingway (21 de julio de 1899-2 de julio de 1961)
Capitán de mar, guerra y literatura
"Quien ha cazado hombres armados durante mucho tiempo y con placer, después ya no siente interés en otra caza", dijo alguna vez un hombre que a los doce años ya empuñaba la carabina, a los 18 participó de la Primera Guerra Mundial como ambulancista de la Cruz Roja y más de veinte años después fue uno de los primeros soldados estadounidenses en desembarcar en Normandía. Lo que menos podría suponerse es que dicha frase le perteneciera a un escritor y periodista.
Ernest Miller Hemingway, nacido el 21 de julio de 1899 en Oak Park (San Diego), fue un joven que, aunque tuvo diversos intereses -le gustaba pescar, cazar, el boxeo, tocar el violonchelo, jugar al rugby y al waterpolo-, se negó a ir a la universidad. Fue así que empezó a trabajar como reportero y luego participó de la Gran Guerra, lo que, sin dudas, tuvo en su obra una importancia vital: en 1929 se editó Adiós a las armas, novela autobiográfica que habla de su paso por el conflicto internacional armado.
En tanto soldado y periodista, Hemingway se comprometió con los republicanos españoles durante la Guerra Civil Española, hecho que se reflejó en varios de sus escritos, uno de los cuales fue Por quién doblan las campanas (1940).
En 1952, momento en que vivía en Cuba -tuvo una relación amistosa con su gobernante, Fidel Castro-, escribió El viejo y el mar, breve relato publicado en la revista Life por el que recibió el premio Pulitzer en 1953. Y un año después se convirtió nada más ni nada menos que en Premio Novel de Literatura por su obra completa.
A los 61 años y con el instrumento que ya manejaba bien desde pequeño, el 2 de julio de 1961 se disparó a sí mismo. Pero aún no se pudo determinar si la causa fue un accidente o suicidio: padecía la enfermedad de Alzheimer y, al mismo tiempo, sufría depresión. Pero quizás la segunda fuera la causa más factible, ya que una vez escribió, como si ya tuviera previsto que moriría en ese preciso momento: "Se necesitan 2 años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar".
Por Laura Spiner.
Literatura y periodismo
Hija de padre dermatólogo y madre cosmiatra, Laura Spiner nació, se crió y vive actualmente en un caserón antiguo en el barrio porteño de Parque Chacabuco. De espíritu inquieto, Laura pasó su infancia y adolescencia entre clases de tenis, gimnasia artística, danza, patín, guitarra y canto; pero también entre libros de Sábato y Borges y discos de Celeste Carballo, las Blacanblus y Janis Joplin. Y serían estas últimas influencias las que finalmente perdurarían.
Comenzó a escribir poemas a muy corta edad, siendo Al besarte y Aquí sus primeras incursiones en el género. Posteriormente ganaría a los 17 años el concurso literario del Instituto Argentino Excelsior -del cual se graduaría en 2006- con su cuento Atomizados. Pero a pesar de esta clara inclinación hacia la literatura, el rígido ambiente familiar influyó en sus decisiones, por lo que su deseo de estudiar Letras se transformó en la búsqueda de carreras similares con una mayor salida laboral. Así fue que ingresó a Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y a la carrera de periodismo en TEA, profesión que, lentamente, comenzó a querer.
Además de la marcada inclinación hacia la literatura, el arte en Laura Spiner tomó distintas formas, abarcando casi todas las posibles. Al canto, -tomó clases con Viviana Scaliza de las Blacanblus- y la guitarra, Laura le sumó el dibujo y la pintura, disciplinas que, desde su infancia en el Instituto Vocacional de Arte de Parque Chacabuco, tomó tanta importancia para ella como el mejor de sus relatos.
Dueña de una pluma cuidada y literata, más cercana a la corriente del nuevo periodismo de Tom Wolfe y Ryszard Kapuscinski que a la clásica nota periodística rígida, Spiner rápidamente se convirtió en una de las primeras de su clase, ganando en 2008, el concurso anual de TEA con la crónica Arriesgarse por una vocación que implica correr riesgos..
De personalidad fuerte y competitiva, Laura Spiner fue redactora de las revistas Esencia y Scanning Tehion, especializadas en temas oncológicos y de farmacia. Actualmente es redactora del portal Política Argentina y divide su tiempo entre su amada literatura y las artes plásticas. Objetiva, inteligente, culta y de armas tomar, Spiner está llamada a ser una de las grandes periodistas argentinas de la década entrante.
Por Álvaro López Ithurbide.
Juan Villoro (24 de septiembre 1956 - )
Culpable de la literatura
Sus primeros relatos fueron publicados a fines de la década del ’70. La novela, el cuento, el ensayo, el diario de viajes, la crónica, el artículo periodístico y el libro para niños forman parte de su vida personal. Mexicano, sociólogo, escritor y periodista, Juan Villoro tiene 54 años y, a través de sus libros, ofrece al lector un juego en el que cada quien es libre de descubrir la visión reveladora de su propio destino.
Amante del rock, condujo el programa radial “El lado oscuro de la luna” (en referencia a “The Dark Side of the Moon” de Pink Floyd) en Radio Educación entre 1977 y 1981. Villoro fue nombrado agregado cultural en la Embajada de México en la República Democrática Alemana y ha colaborado en numerosos medios como Nexos, Proceso, Cambio, Unomásuno y La Jornada. En 1991 publicó El disparo de argón, su primera novela, pero no tuvo mucho éxito. Tres años después escribió El testigo y obtuvo el Premio Herralde de novela, otorgado por la Editorial Anagrama.
Entre sus obras más representativas encontramos el libro de crónicas Tiempo transcurrido, 1986; Los culpables, 2008 (Premio Antonin Artaud en la embajada de Francia); de cuento, El mariscal de campo, 1978; La noche navegable, 1980; La casa pierde, 1999 (Premio Xavier Villaurrutia); de ensayo, Los once de la tribu, 1995; Efectos personales, 2000 (Premio Mazatlán); de novela, Materia dispuesta, 1997; de relatos infantiles, Las golosinas secretas, 1985; La alfombra roja, el imperio del narcotrafico, 2010 (Premio Internacional de Periodismo “Rey de España”).
“Realmente la felicidad no tiene historia. Esta la podemos disfrutar en la vida real, pero resulta muy tedioso tratarla en la literatura", dijo Juan Villoro alguna vez. Es narrador, ensayista, autor de libros infantiles y traductor de importantes obras en alemán y en inglés. Por eso y por muchas cosas más es reconocido como uno de los principales escritores latinoamericanos contemporáneos.
Por Agustina Clemente
Juan Rodolfo Wilcock (Argentina, 1919-1978)
El italiano singular
“Como escritor europeo, elegí el italiano para expresarme porque es la lengua que más se parece al latín”, dijo alguna vez Juan Rodolfo Wilcock. Vivió gran parte de su vida en Italia. Publicó casi la mitad de su obra en el idioma de la lírica, y escribió para la revista Tempo Presente, los semanarios Il Mondo y L´Expresso, y los diarios La Nazione de Florencia y La Voce Repubblicana de Roma, entre otros. Fue amigo de los escritores Nicola Chiaramonte, Elsa Morante, Alberto Moravia y Roberto Calasso. Finalmente murió en su casa de campo, en la provincia de Viterbo, Italia. Pero Wilcock no era italiano, era argentino.
De padre inglés y madre argentina, Juan Rodolfo Wilcock nació el 17 de abril de 1919 en Buenos Aires. En 1940 publicó su primer libro de poesía, Libro de poemas y canciones, obteniendo el premio Martín Fierro de la Sociedad Argentina de Escritores y el Premio Municipal.
También, en su patria, se recibiría de ingeniero civil e ingresaría a trabajar en los Ferrocarriles del Estado. Trabó una fuerte amistad con Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. De 1942 a 1944 dirigió la revista literaria Verde Memoria y de 1945 a 1947, la revista Disco. Amén de seguir publicando. En la década del 40 vieron la luz joyas como Ensayos de poesía lírica, Persecución de las musas menores, Paseo sentimental y Los hermosos días.
En 1957 Wilcock viajó a Italia por segunda vez, (ya había conocido el país del Dante en 1951, en un viaje junto a Bioy Casares y Silvina Ocampo), estableciéndose en Roma. Es allí donde publicó, en lengua italiana, los libros Il Caos, La sinagoga de los inconoclastas, El templo etrusco, El estereoscopio de los solitarios, entre otros.
El 16 de marzo de 1978, Juan Rodolfo Wilcock murió en su adorada Italia. Como epílogo a sus Obras Completas, su gran amigo Jorge Luis Borges escribiría: “Juan Rodolfo Wilcock, huésped singular de Italia, de su lengua, de su literatura era quizá nuestro único escritor de quien hubiera podido esperarse una entrada de enciclopedia imaginaria sobre sí mismo igualmente deliciosa...”
Por Álvaro Ithurbide
Tarjeta de visita de Juan Rodolfo Wilcock
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936)
Ortodoxia y paradojas
“El filósofo que ríe”, “el príncipe de las paradojas”, “el favorito de Jorge Luis Borges”, son típicas maneras de referirse al escritor británico G.K. Chesterton. Y no son apodos menores. Nacido el 29 de mayo de 1874 en Londres, Gilbert Keith Chesterton se destacó por su habilidad para plantear paradojas en sus relatos por medio del razonamiento lógico Reductio ad absurdum. Esta capacidad y, también, su estilo fundado en la parábola o relato simbólico, le valieron la comparación que el escritor de los laberintos y los espejos hizo de él con su contemporáneo Franz Kafka.
Pero si se analizan sus biografías -y autobiografía-, Chesterton tuvo algunas contradicciones -y, si se quiere, paradojas- relativas a la religión: si bien nació en el seno de una familia que lo bautizó más por una tradición familiar que por convicción religiosa, se interesó, durante su juventud, por el ocultismo -se autoproclamaba un auténtico creyente de la existencia del demonio- y pronto se volvió “agnóstico militante”. Una de sus mejores frases dice así: “¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y, por lo tanto, tengo dentro de mí todos los demonios”.
Si embargo, al casarse con Frances Blogg, una anglicana protestante, el escritor se acercó al cristianismo hasta convertirse a la Iglesia Católica Romana. Y así pasó a ser, abruptamente, un fervoroso conservador: se oponía a la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos ya que “lo que nosotros queremos es una religión que tenga razón cuando nosotros estamos equivocados”. Asunto que, quizás, lo llevó a inventar uno de sus más famosos personajes: el Padre Brown, un sacerdote católico de aspecto humilde y descuidado que solía resolver los enigmas más intrincados gracias a sus saberes sobre la naturaleza humana y no por suspicaces deducciones.
Chesterton produjo, a lo largo de su vida, una obra mundialmente reconocida, entre la que se destacan Ortodoxia (1908) -que retrata la historia de su evolución espiritual-, El hombre que fue jueves (1908) y El hombre eterno (1925) -un libro sobre la Historia de la humanidad que surgió a partir de una crítica que Chesterton hizo de un libro escrito por H.G. Wells, en el que, según el “filósofo que ríe”, las páginas dedicadas a Jesús eran ínfimas.
En la biografía que Maisie Ward hizo de Chesterton, se relata que, durante su última convalencencia, el príncipe de las paradojas dijo: “El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras; cada uno debe elegir de qué lado está”. Y quizás sea una paradoja que un hombre que tuvo importantes fluctuaciones ideológicas a lo largo de su vida, haya encontrado la claridad minutos antes de morir.
Ya en el inicio, Julio Cortázar marcó una diferencia, una pequeña estela que hizo que su nacimiento tuviera más de un ángulo y más de un significado: nació Jules Florencio Cortázar un 26 de agosto de 1914 en la embajada argentina de Bruselas, Bélgica; nació, entonces, en suelo argentino, pero en otro país.
A los cuatro años sus padres regresaron a la Argentina y pasó su infancia en una casa en Banfield, junto a su madre, su tía, su hermana y Julio Verne. Niño enfermizo, prácticamente no salía de su casa y leía, casi interminablemente. “Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de elfos, con un sentido del espacio y del tiempo diferente al de los demás”, diría alguna vez.
Fue maestro y profesor de Letras y comenzó a estudiar filosofía en la Universidad de Buenos Aires, hasta que disconforme con el gobierno de Perón, en 1952 decide viajar a París, ciudad que no abandonaría jamás. Ya para esa época, Cortázar publicaría Bestiario.
En la Ciudad Luz, vivió con Aurora Bernárdez, su primera mujer, en condiciones casi precarias. Y entre libros, discos de jazz y noches de boxeo, le ofrecieron traducir la obra completa al castellano de Edgar Allan Poe, considerada más tarde como la mejor traducción de la obra del escritor norteamericano.
En los 60, la Revolución Cubana emergió como un cross de derecha directo a la quijada. Separado de Aurora Bernández y juntado con la lituana Ugné Karvelis, Cortázar, que es considerado uno de los escritores latinoamericanos más europeos –por vivir la mayor parte de su vida en Francia- comenzó a interesarse cada vez más por los cambios políticos en Latinoamérica. Y así fue como visitó la naciente Cuba de Fidel. Y así fue como apoyó el gobierno de Salvador Allende en Chile. Y así fue como viajó a la Nicaragua sandinista.
Entre el revoltijo político y social que se vivía en América Latina, la literatura universal encontraría su última vanguardia en esa región pobre y tercermundista. El denominado boom latinoamericano encontraría a Cortázar en París, lejos de su patria, pero adoptaría como propia y también como estandarte, una de las obras más originales que se hayan escrito jamás: Rayuela.
El 12 de febrero de 1984, Julio Cortázar cerró los ojos en su adorada París, víctima de una leucemia. A diferencia de su nacimiento, su muerte no tuvo nada de particular. Murió de grande, en la ciudad donde se radicó, y fue enterrado junto a su tercera mujer, la canadiense Carol Dunlop en el cementerio de Montparnasse. Pero hay quienes dicen que después de formar una comunidad en una autopista del sur de Francia, quedarse varado en un crucero en el Río de La Plata, de enseñar a usar un reloj y a subir una escalera, de describir a los cronopios, las famas y los esperanza, de enamorarnos con La Maga y de enredarse en un pulóver, Cortázar se fue, dejando la noche boca arriba.
Por Álvaro López Ithurbide
Horacio Quiroga (31 de diciembre de 1878-19 de febrero de 1937)
De amor, de locura y de muerte.
Además de formar parte del título de una de las obras más recordadas del escritor uruguayo Horacio Quiroga, esos son los tres ejes a lo largo de los cuales transcurrió su vida. Nacido en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878, Quiroga quedó huérfano de padre cuando era un bebé.
De joven adoptó como referentes literarios a Leopoldo Lugones y a Edgar Allan Poe y comenzó a interesarse por diferentes escuelas como el posromanticismo, el simbolismo y el modernismo.
Nuevamente, en 1901, la muerte le hizo una nueva visita. Cuando se ofreció a inspeccionar el arma que su amigo Federico Ferrando usaría para batirse a duelo con un periodista que lo había criticado, le disparó sin querer en la cara, quitándole la vida. Ferrando había sido uno de los tantos con los que Quiroga había fundado el laboratorio literario experimental denominado "Consistorio del Saber".
Pero el amor, la locura y la muerte lo perseguían: en 1908 se casó con una de sus alumnas, Ana María Cires, a quien dedicó su primera novela, Historia de un amor turbio. Con ella formaron su familia en la selva misionera, situación a la cual Ana María nunca pudo amoldarse. Fue así que ella decidió suicidarse tomando veneno, lo que la dejó postrada en la cama a lo largo de ocho días de agonía. Situación que nos remite a su más emblemático cuento -escrito una década antes del suicidio de su esposa-, El almohadón de plumas, que fue publicado por primera vez en 1905 por la revista Caras y Caretas.
El amor en la vida de Quiroga fue decisivo en relación con su obra: conoció a varias mujeres que se vio obligado a olvidar, pero que influyeron en la escritura de cuentos como Una estación de amor, composiciones teatrales como Las sacrificadas (1920) o novelas como Pasado amor (1929).
Pero su vida transcurrida en la selva también fue un elemento importantísimo que lo llevó a crear el libro de relatos para niños Cuentos de la selva (1918), en los que se muestra a la naturaleza como enemiga del ser humano.
En 1935, luego de que le detectaran cáncer gástrico en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, Quiroga decidió suicidarse tomando un vaso de cianuro. Esta vez la muerte, en una vida de amor y locura, no había ido a visitarlo, sino que él mismo la fue a buscar.
Por Laura Spiner
Jorge Luis Borges (1899-1986), por Laura Spiner
Perseguido por la palabra
Todo empezó el 24 de agosto de 1899, en Buenos Aires. A los 6 años asumió su adoración por la escritura, a los 7 sabía a la perfección el inglés y a los 8 ya tenía un manuscrito propio. Jorge Luis Borges, alias Georgie, nació en la casa de su abuelo paterno, y vivió allí hasta que su familia decidió mudarse a Ginebra.
Su gran devoción por la escritura fue creciendo rápidamente, hasta un punto casi preocupante. A los 22 años de edad volvió a su país natal y redactó su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires, publicado en 1923. Pero no le alcanzó sólo con eso. Consiguió, junto a otros jóvenes, fundar las revistas Prismas y Proa. Y, a partir de ese momento, escribió libros como Ficciones (1944) y El Aleph (1949) que lograron ser clásicos de la literatura universal.
Para Borges sobrevivir no fue nada fácil. La ceguera de su padre lo marcó desde su infancia hasta mediados de 1938 cuando su progenitor falleció. Pero el drama no terminó ahí: el escritor sufrió un accidente en Navidad de ese mismo año provocado por su progresiva falta de visión. A partir de ese momento, tuvo que rebajarse al punto de dictar sus cuentos y pedir ayuda permanentemente a su madre y a sus amigos para poder escribir. El 27 de marzo de 1983 publicó en el diario La Nación un relato llamado Agosto 25, 1983. Causó una revolución: el escritor intentó profetizar su suicidio para esa fecha exacta. "Por cobardía" fue la frase que usó para excusarse de no haber cumplido con su palabra. 3 años después, más precisamente el 14 de junio murió en Ginebra.
“Compruebo sin melancolía que mi memoria está llena de versos y llena de libros, yo no puedo ver desde el año 1955, perdí mi vista de lector, pero si pienso en mi vida pasada, pienso desde luego en amistades y en amores, pero pienso sobre todo en libros”, dijo una vez Jorge Luis Borges, uno de los escritores más famosos del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario