domingo, 25 de abril de 2010

De Freud a Cortazar




"(...) ahora a las seis y media su MUJER lo espera en una tienda para elegir un regalo de CASAMIENTO (...) el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ANSIEDAD y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. (...) como si la mano izquierda fuese una RATA metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse (...) y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano (...) donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y DOCE PISOS".

Si el personaje del cuento de Cortázar se hubiera presentado en el consultorio de Sigmund Freud, seguramente el reconocido neurólogo habría diagnosticado neurosis obsesiva. De esta enfermedad -hoy más conocida como Trastorno Obsesivo Compulsivo- el fundador del psicoanálisis se valió con la intención de profundizar sus estudios sobre el inconsciente.
Fue así que, en El análisis de un caso de neurosis obsesiva (1909) -más popular como "El caso del hombre de las ratas"- Freud relata detalladamente las características del cuadro de un joven paciente, Ernst Lanzer, en quien, sin dudas, Cortázar se inspiraría, casi medio siglo más tarde, para escribir No se culpe a nadie.
El caso de Lanzer es sumamente interesante, además de ser uno de los cinco más conocidos de entre los investigados por Freud. Cuando Ernst visitó al psicoanalista, admitió haber padecido, durante los últimos cuatro años de su vida, miedos injustificados respecto a su padre y su novia, además de impulsos suicidas.
Freud, de esta manera, indagó en su pasado y se encontró con el hecho de que los síntomas se comenzaron a manifestar a partir del momento en que Lanzer, mientras hacía el servicio militar, escuchó la descripción de un método de tortura de la boca de un superior que presentaba tendencias sádicas. Tal procedimiento consistía en la colocación de las nalgas en un recipiente lleno de ratas, que luego se irían introduciendo en el cuerpo del torturado a través de su ano. Al día siguiente, el superior le encomendó al joven la entrega de un paquete postal para pagarle el reembolso a un teniente. Y fue así que Lanzer imaginó, automáticamente, que la tortura sería aplicada a su novia y a su padre si él entregaba ese dinero.
Pero, ¿por qué habría de relacionar Lanzer la tortura con sus dos seres queridos? La palabra ratten (ratas) es homófona a raten (dinero) -quizás de ahí proviene la expresión del lunfardo "ser rata", en alusión a las personas tacañas-. El dinero que debía entregar fue relacionado con el dinero que recibiría como herencia en el caso de que su padre muriera, suma que le permitiría casarse con su novia. De ahí que el paciente deseara la muerte de su padre y, al experimentar sentimientos de culpa por eso, tuviera tendencias suicidas, como el protagonista del cuento cortazariano, que evidentemente también padecía neurosis obsesiva.
Además, Ernst Lanzer -nombre cuyas letras, al ser combinadas, forman, curiosamente, la palabra raten- había deseado numerosas veces arrojarse de precipicios por cierta hostilidad reprimida hacia su novia, a quien le habían extirpado los ovarios y no podía tener hijos.
El análisis de un caso de neurosis obsesiva y No se culpe a nadie tienen muchos puntos en común: ambos hablan de suicidio, de precipicios, de neurosis obsesiva, de una mujer, de casamientos. De ratas. Quién hubiera pensado que estos temas enlazarían a Sigmund Freud -encargado de establecer relaciones entre pensamientos inconexos, alucinaciones y sueños con los hechos de la vida real de las personas- con Julio Cortazar, quien hacía todo lo contrario: convertía hechos de la vida cotidiana en cuentos fantásticos.

Por Laura Spiner

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