domingo, 23 de mayo de 2010

Instinto animal


"Los gatos son sismólogos anticipados. Las gatas se quedan en casa, en especial las de angora. Eso nos habían dicho. Sin embargo, Única ha huido dos veces, sin terremoto de por medio.
“Tal vez registra temblores emocionales”, bromeó Clara en el teléfono."


"Siempre que se inicia un incendio, los gatos se agitan con una especie de moción divina, que aquellos que los tienen observan, descuidando el fuego". Quien afirmaba esto no era Juan Villoro que, en su cuento Patrón de espera, habla de las capacidades de los gatos para predecir catástrofes -fueran o no emocionales-. La frase es del historiador y geógrafo griego Heródoto y, como deja traslucir, la idea del poder predictivo de esos felinos tiene unos cuantos siglos de antigüedad. Incluso los egipcios les atribuían un carácter divino y los consideraban un símbolo de las fuerzas magnéticas de la naturaleza. Pero, en la actualidad, no sólo a los gatos se les atribuye un "sexto sentido": la historia ha demostrado que, cuando de catástrofes naturales se trata, muchos animales pueden percibir su advenimiento con días de anticipación.
En enero de 2005, se produjo un tsunami que arrasó el Parque Nacional de Yala en Sri Lanka. Murieron 200 personas y ningún animal. El director de la Oficina de Protección de la Naturaleza de Sri Lanka, H.D. Ratnayake, le había dicho, sorprendido, a la prensa: "En un territorio lleno de cocodrilos, jabalíes, búfalos, monos leopardos liebres y 200 elefantes no falleció ni siquiera un conejo".
Aunque aún los científicos no acuerdan sobre lo que les ocurre a los animales en estos casos, una de las teorías afirma que antes y después de los sismos, partículas voladoras con carga positiva -los denominados aerosoles- estimulan en su cerebro la producción de serotonina, lo que provoca ansiedad y angustia. Pero los expertos también aclaran que la lluvia podría impedir la percepción de ecos, ondas o aerosoles en la atmósfera, razón por la cual los miembros de la fauna no siempre detectan a tiempo una catástrofe. Y otra hipótesis -quizás un poco menos ortodoxa- es la que afirma que la telepatía es un don presente en todos los animales y que el hombre lo perdió cuando desarrolló el habla.
Son diversas la maneras en que los animales manifiestan sus predicciones metereológicas. Las vacas, en determinadas ocasiones, se tienden en el piso ante la inminencia de una tormenta eléctrica. Esto se puede explicar por la capacidad de sus cuernos de captar las descargas primarias que anteceden a esas tormentas. También, un emisora local de un pueblo de Estados Unidos basa su pronóstico del tiempo en el comportamiento de unas cabras de la región: si, a la mañana, están en la parte alta de la colina, con seguridad no lloverá. Y de la misma manera se comportan ciertas aves como las golondrinas, ya que son muy sensibles a los cambios de presión, lo que las hace volar más alto o más bajo, según la ocasión.
Casos puntuales como el de Sri Lanka son numerosos a lo largo de la historia. En 1775, el filósofo Immanuel Kant detectó cómo una gran cantidad de gusanos salían de sus escondites cerca de Cádiz (España). Ocho días después se produjo, en Portugal, un terremoto. Lo mismo ocurrió en Parkfield, California, el 25 de junio de 1966, pero con serpientes de cascabel. Y, para datos más recientes, el año pasado, en la ciudad de L'Aquila (Italia), se produjo un terremoto que dejó 294 muertos y alrededor de 1500 heridos. Sin embargo, los sapos de la zona presintieron el seísmo y abandonaron el lugar cinco días antes de que se produjera. Tres días antes ya habían desaparecido todas las parejas de sapos y no se encontraron huevos frescos en el lugar.
Sólo resta que se elaboren teorías y sellegue a consensos en la comunidad científica en cuanto a por qué los animales tienen esa capacidad de la que los seres humanos carecen y en cuanto a cómo pueden percibir el advenimiento de catástrofes. Pero, aunque ninguno prevea las de índole emocional -como la gata Única, creada por Villoro-, que los miembros del reino animal tienen ese don de anticipar las naturales, es indiscutible.
Por Laura Spiner.

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