domingo, 16 de mayo de 2010

¿Qué pasa ahí dentro?


"El viejo ha apoyado el brazo enjuto en el hombro de la niña, y con la mano le acaricia los pezones incipientes; la niña chupa el caramelo, verde como los lentes de un emperador. El hombre moribundo dirige la mirada hacia las piernas de su compañera, una mirada no vacía sino grave y blancuzca, saliente y casi separada del cuerpo; y poco a poco, con la otra mano, levanta la pollerita plisada."


"Le pagaba tres pesos por su silencio". Así dice la volanta de una nota publicada esta semana en el medio digital Cadena 3.com, que se refiere a la situación comprometida en la que se ve envuelto un abuelo que violaba a su nieta de 7 años en la ciudad de Córdoba. La semana pasada se realizaron las pericias, que posibilitaron la obtención de pruebas concluyentes para demostrar que el hombre abusaba de su nieta, que debió ser intervenida quirúrgicamente por las lesiones que presentaba.
Cuando saltan al conocimiento público este tipo de casos, la reacción habitual es preguntarse "¿Qué le pasa a esta gente por la cabeza?". Numerosos expertos y psiquiatras de todas partes del mundo han intentado develar el misterio que, si bien derivó en algunas explicaciones, no llegó a esclarecerse aún.
Según una nota publicada en El mundo de España -en Argentina escasea información al respecto-, para los especialistas no es posible prevenir la pedofilia, con base biológica en el 70 por ciento de los casos -el otro 30 por ciento son los que fueron niños abusados-. Pero ni siquiera hay acuerdo respecto de estas cifras: numerosos expertos afirman que no hay, en la pedofilia, factores genéticos implicados.
Además, aún se sigue discutiendo la posibilidad de medicar a los pederastas para inhibir su deseo sexual. "El hecho de que sean hombres casi siempre indica la influencia de la testosterona", afirma el autor del libro Neurobiología de la Agresividad Humana, David Huertas. Por eso, explica que usando antiandrógenos se consigue disminuir los impulsos y el deseo. El gran problema es que tienen que ser tomados toda la vida y, según la legislación española, de forma voluntaria, lo que implica un gran obstáculo para su efectiva concreción.
Sin embargo, los especialistas creen que con la castración química no es suficiente: si los victimarios son psicópatas, es inútil la utilización de fármacos que inhiban el deseo sexual. Algunos, para convencerse de su "correcto comportamiento", alteran su pensamiento: "Se dicen a sí mismos que a los niños les gusta que les toquen, que no hay nada de malo en ello, que es otra forma de cariño", asegura Santiago Redondo, profesor de Psicología y Criminología de la Universidad de Barcelona, en una nota del diario El País.
Un caso en Argentina que atestigua ese autoconvencimiento es el del psicólogo Jorge Corsi, acusado de pedofilia y de formar parte de una red pederasta. En una entrevista para el diario Perfil realizada en febrero de 2009, había dicho: "Delito es el abuso o la corrupción de menores. Ni soy abusador, ni nunca he sido pedófilo ni hebéfilo. ¿Puede ser que un chico que haya sido abusado hasta el día anterior, haya tenido una relación de amistad con el que se supone que fue su abusador?".
Pero un grave problema para la profundización del conocimiento sobre la pedofilia es la existencia de publicaciones que instalan el mito de que la pedofilia se asocia a la homosexualidad. Estudios demuestran que, en Estados Unidos, el 83 por ciento de las víctimas de abuso sexual fueron agredidas por parejas heterosexuales de sus parientes. Además, hay padrones de pedofilia en la relación heterosexual sobrinas-tíos.
Aunque aún no haya certezas en cuanto al conocimiento de la pedofilia a nivel psicológico y al modo en que se debería tratar, lo que sí es cierto es que en Argentina, según una nota del diario La Nación de agosto del año pasado, la pedofilia crece en Internet, "al amparo del anonimato" de los chats. Lo curioso es que muy pocos casos han sido conocidos públicamente, como el de Corsi o el del Padre Grassi -que, aunque fue condenado a 15 años de prisión, aún sigue en libertad y con el permiso de la Justicia para estar en contacto con los chicos de la Fundación Felices los Niños-. Muchos casos de pedofilia se mantienen escudados por el anonimato que permite Internet. Muy pocos saltan a la luz y, muchos menos, son expresados a plena luz del día, como el del cuento de Wilcock.

Por Laura Spiner

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